Crítica

‘Chromatica’, el botón de reinicio de una Lady Gaga que ha encontrado su sitio

‘Chromatica’, el botón de reinicio de una Lady Gaga que ha encontrado su sitio

El último álbum -o último par, según se mire lo de ‘A Star Is Born’- se presentaba como «el álbum de Lady Gaga con el que por fin la conoceréis de verdad». Un intento para sacar el credibility card a paseo que no la bañó en hits ni terminó de darle un disco de ventas masivas (seguimos hablando de ‘Joanne’), pero sí le sirvió para recomponer un poco su imagen frívola y hacerle ver al público que no todo eran trajes de carne y pelucas con lazo: su discografía se sostenía (y sostiene) en canciones, y tiraría de vaqueros y vestidos de gala para demostrarlo si era necesario.

Decía Anastacia tras el éxito de su álbum debut: «he demostrado que sé cantar, ahora puedo enseñar más cuerpo». Pues aplíquese al caso de Gaga en la era ‘Chromatica’. Tras el baño de aceptación y público que ha vivido tras su reaparición en los Oscar (aquel ‘The Sound Of Music’ sigue pareciendo el primer paso de su remontada) y ‘A Star Is Born’, la cantante ya tiene carta blanca para volver a hacer lo que quiere hacer: pop.

Sin más miramientos. Buen pop. Y puede que el borrón y cuenta nueva de los últimos años haya ayudado a refrescar su sonido, un tanto excesivo en ‘Born This Way’ y ‘Artpop’, y Gaga haya apuntado justo al centro de la diana con ‘Chromatica’. Canciones perfiladas para funcionar como single, en su gran mayoría por debajo de los tres minutos de duración, un sonido heterogéneo y unos visuales reconocibles a pesar de sus múltiples motivos… ‘Chromatica’ es un lugar utópico en su mente donde todo es aceptación y ella se siente a gusto. Y el resultado se traslada al público.

Veamos qué tres puntos definen este sexto trabajo de estudio de la artista:

 

Ni una sola balada en el álbum

No hay lugar para las baladas en ‘Chromatica’. Ni falta que hace, porque Gaga se ha rodeado de un grupo de productores liderado por Bloodpop, que no tenían ganas de perder el tiempo. Ella viene de haber pasado un mal momento personal en los últimos años, y tenía ganas de mandar un mensaje positivo y reluciente.

Hace uso del eurodance, del pop, disco, house, y tiene la vista puesta en el club, pero sin perder de vista el mensaje. Porque no hace falta una guitarra acústica y un sonido orgánico para que entendamos a Gaga: en la contundentes ‘Alice’ y ‘911’ explora su salud mental y su necesidad de encontrar un lugar en el que encajar, pero sigue navegando entre beats y tempos pensandos en ser una brillante apuesta por volver a sus raíces.

En ‘Babylon’ trata el peso de la fama invitando al voguing -muy inspirada, valga la redundancia- en el ‘Vogue’ de Madonna, en ‘Replay’ analiza malos hábitos que solía tener hacía sí misma y en ‘Free Woman’, la temática es su identidad personal y de género tras pasar por un abuso sexual. Pero en ‘Chromatica’, Gaga cuenta las historias mirando hacia delante, sin necesitar lamentarse sentada y con la guitarra al hombro.

En este sentido, el álbum termina siendo igual de esperanzador que divertido, y busca la empatía del oyente a golpe del color de sus ritmos.

 

El gusto nostálgico por la melodía

El álbum podría haber sido editado, salvando las distancias de producción, en 1992. No por su sonido, que ahonda también en el drum’n’bass de los primeros dosmiles, aprovecha el revival del disco y tiende puentes al house o al trance por igual, sino por ese pop que disfruta de las melodías. ‘Chromatica’ es un álbum que reclama un terreno que el pop ha venido perdiendo en favor del urban en los últimos años: el de los estribillos, el de las construcciones melódicas bonitas, cantables, y cantadas, además, con gusto.

‘Chromatica’ recupera el «álbum de cantante pop». Y habíamos perdido la costumbre entre tanto spoken word y tanto exceso vocal destinado únicamente a valorar la tesitura de la intérprete de turno. En este disco no hay grandes excesos vocales, pero se aprovechan todos sus tintes para construir. Algo que Gaga maneja mejor que la gran mayoría de compañeras del pop: coloca la voz de modo que convence al oyente de la experiencia en la que está inmerso. Los matices a lo largo del álbum son estupendos.

 

Los duetos, a sus órdenes

Gaga ha contado con Ariana Grande, Blackpink y Elton John en el álbum. No hay que ser muy espabilado para darse cuenta de que sólo el último responde al deseo explícito de la artista: Gaga lleva años citando a Elton como influencia y lo considera «un mentor». Y lo bueno es que ella le ha marcado muy bien el camino en ‘Sine From Above’, y él ha venido dispuesto a jugar. No es de nuestros cortes favoritos del álbum, el cambio de producción al final, apostando por el drum’n’bass, es demasiado forzado, el tratamiento de la voz pasa por demasiados filtros y el resto suena excesivamente cargante y eurovisible -en el peor de sus sentidos-, pero hay que reconocerle a Gaga la capacidad de convencer a Elton para seguir pasándoselo bien flirteando con el pop a los 73.

Si bien las otras dos colaboraciones responden a la búsqueda de un público más joven y consumidor de streaming, Lady Gaga juega sus cartas con maestría: ‘Rain On Me’ suena sincera junto a una Ariana Grande que ha pasado unos años bastante grises y por ende se siente identificada con el mensaje de la canción y se entrega a ella, y Blackpink ponen el punto éxito a una ‘Sour Candy’ ya de por si inspirada en la contundencia del mercado del K-Pop, que también puede haber influido en la estética y sonido del álbum.

Son, por ende, colaboraciones elegidas con un objetivo comercial, pero a las órdenes de ‘Chromatica’ y de Lady Gaga. Chica lista.

 

De modo que, dividido en tres partes unidas por interludios de corte más clásico, ‘Chromatica’ convence con el colorido de la más banal ‘Stupid Love’, el europop de ‘1000 Doves’, el crying-at-the-discoteque de ‘Fun Tonight‘, y la potencia de una ‘Enigma’ que nos recuerda qué nos enamoró en aquella primera etapa de Gaga y también qué le faltaba por refinar. Pasados más de diez años, el viaje a ‘Chromatica’ nos muestra a una artista con la madurez suficiente para abrazar sus virtudes y defectos y sacar punta a todo lo realizado hasta ahora, para dejarle a su público el que es posiblemente su disco más redondo desde ‘The Fame Monster’.

Y puede que, ahora sí, sea el disco con el que la conocemos de verdad. Aunque el viaje hasta esta revelación en tonos rosas haya sido igualmente memorable.

 

Temas clave: ‘Alice’, ‘911’, ‘Rain On Me’

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