Crítica

‘Loveaholic’ | La búsqueda del amor de Ruth Lorenzo da frutos en su segundo álbum

‘Loveaholic’ | La búsqueda del amor de Ruth Lorenzo da frutos en su segundo álbum

Conocíamos a Ruth Lorenzo hace una década, cuando ‘The X Factor’ nos daba las primeras pistas de lo que podía estar por llegar de la murciana. El programa mostraba a una española con garra, de espíritu rockero, pasional, entregada y con un control envidiable del escenario, su voz, y su expresión corporal. ‘Purple Rain’, ‘Always’. Aquella era la Ruth que enamoró a un puñado de españoles que cada fin de semana, hacían lo imposible por seguir el concurso en directo.

Después, su aterrizaje en España relajaba bastante la expectativas: Ruth se presentaba como candidata a Eurovisión con la más downtempo ‘Dancing In The Rain’, y aquella elegante canción pop fue el preludio de lo que Lorenzo preparaba para ‘Planeta Azul’, un disco en español con el que la artista tropezaba, firmando un debut a ratos insípido, a ratos poco inspirado, a ratos incluso desganado. Sólo los retales después cosidos a máquina en su reedición dotaron de algo de brillo a aquel lanzamiento.

Y es que tan preocupada estaba Ruth de convencer al público español, que el que ansiaba un disco potente, con la fuerza de una banda, con miras internacionales, se encontraba con dúos con Daniel Diges y esperpentos como ‘1,2,3’, y terminaba preguntándose si quedaba algo de aquella Ruth que llamaba ‘Simón’ a Simon Cowell con desparpajo y poderío.

Han hecho falta 4 años para que Ruth Lorenzo demostrara que sí, que aquella cantante seguía escondida en algún punto de sí misma, que ‘Gigantes’ no fue una excepción, sino una regla de futuro. Que ahí estaba el punto de partida y no el techo. Y lo ha hecho con ‘Loveaholic’, un segundo álbum cotundente, cuidado, repleto de singles y más repleto aún de sí misma.

¿Tendrá algo que ver con que lo haya autoeditado, sin presiones de sellos, a través de su Raspberry Records? Antes de seguir hablando de él, quedémonos con nuestros tres temas favoritos del álbum.

 

Bodies

Si de algo sabe también Ruth Lorenzo, es de quién rodearse. Además de su soñada colaboración con Jeff Beck en ‘Another Day’, vale la pena echar un vistazo a los créditos de ‘Loveaholic’ para encontrar colaboraciones como las del equipo de productores Red Triangle, encargados de este ‘Bodies’, primer tema que destacamos del álbum. Ellos han sido las manos tras temas para James Arthur, Cheryl o Charlie Puth, aunque en España también han trabajado con Sweet California y Auryn. Ruth colabora con ellos en todos los temas del álbum.

Esta canción da sobrada cuenta de su versatilidad vocal, y eso que en esta ocasión no hace grandes derroches, ni falta que le hace: la estructura del tema, lo electrónico de su instrumentación y un gran estribillo, son compañía suficiente para una interpretación más medida que en otras ocasiones, pero igualmente eficaz.

 

Good Girls Don’t Lie

Ruth Lorenzo sabe de espectáculo como pocas en España. Las cosas como son: aquellas presentaciones televisivas colgada del techo, controlando la escenografía, aquella búsqueda de la peformance en ‘Tu Cara Me Suena’, aquellos primeros planos en Eurovisión. Lorenzo sabe manejar un golpe de efecto, y eso es lo que ha hecho con ‘Good Girls Don’t Lie’, reflejo de lo que es una bofetada a lo previsible.

La murciana presentaba el álbum con actitud desafiante, con el aspecto de querer decir que si queríamos Lorenzo, he aquí dos tazas. Y el caldo le quedaba sobrado de sal, con el sabor que el público buscaba, tan convincente como siempre quisimos que sonara. Y sabíamos que podía sonar. Ruth se deja la voz al final, juega con la guitarra para hacer de una pieza pop algo más rock, repite el estribillo sabiendo que el público lo hará de igual manera.

Incluso las estrofas, con ese sabor más americano, oscuras, que la venden como femme fatale de nueva era, son un gancho perfecto para el mejor single de su carrera hasta la fecha. Y la mejor de las canciones del disco.

 

Bring Back The New

Es la encargada de abrir el álbum, y no es fruto de la casualidad: el tema parece anunciar lo que Ruth guarda en el bolsillo de ‘Loveaholic’, y que se presenta con unas primeras notas graves y un fraseo rítmico y contenido que anima a deshacerse de lo antiguo y dar cabida a lo nuevo. El mensaje llega: el disco no tendrá nada que ver con la Lorenzo que conocíamos.

Según la canción va cogiendo fuerza, va pasando de un arranque algo Taylor Swift a la Alanis Morissette más juguetona, y Ruth deja salir su vertiente rock. De nuevo, este aflorar selectivo de esa intérprete más guitarrera es uno de los ganchos que mejor funcionan en todo el álbum: el disco es descaradamente pop, pero no se corta a la hora de presentarla como líder de banda, como alguien capaz de llenar un club de canciones y no sólo de movimientos de melena, como alguien que sabe delegar en los músicos que tiene detrás.

 

Y eso que decíamos en ‘Bring Back The New’ es una de las cosas más importantes del proyecto, ese foco en la Ruth versatil que no sólo vale como diva eurovisiva de ventilador, aunque algunos de los temas bien podrían terminar en el Festival (‘My Last Song’ como ejemplo de gasa y melodrama), sino que también es capaz de sacar la garra rock sin asustar a sus seguidores.

‘Loveaholic’ hubiera sido el debut perfecto para la murciana, y sirve como segundo disco más que funcional. Primero, porque nos hace olvidar tropiezos de inicio de carrera, y segundo, porque se ve que Ruth ya ha cogido carrerilla en todo lo referente a su persona. Se siente en las composiciones, se siente en la coherencia del proyecto, se siente incluso en el arte del disco, una absoluta maravilla de fotografías y diseño.

Ruth se sabe, se conoce, se dejar explorar e investigar (la más que personal ‘The First Man’, que habla de sus problemas de padre ausente, por ejemplo), y es algo que se agradece, aunque en el disco sus influencias queden más que a la vista: inevitable que ‘Loveaholic’ suene a Rihanna, ‘Moscas Muertas’ a la Shakira del 98, ‘Bodies’ a Imagine Dragons, ‘Amanecer’ a la Luz noventera o ‘Freaks’ a Prince.

Se le disculpan los homenajes y las influencias por que dan luz a una Ruth dispuesta a batallar de verdad. Sin disfraces, sin tener que convencer al público generalista (prueba de ello es lo que vende su colaboración con Jeff Beck en un corte que le hace más ilusión a ella que a sus seguidores), sin estar preocupada por qué pensará la audiencia que la veía en la tele de que no busque engatusarlos a ellos. Ruth busca convencer a su público, aquel que la apoyaba en ‘The X Factor’, aquel que creía en el patrón frambuesa, aquel que la ayudaría a sacarse las castañas del fuego.

Y ya avisamos de que el fruto está dispuesto al consumo, y Ruth… Ruth está que arde.

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