La industria británica se reunió anoche para premiar lo mejor de su música en el último año. El Reino Unido es el tercer mayor y más importante mercado musical del planeta, sólo tras Estados Unidos y Japón, con lo que no es de extrañar que el acontecimiento tenga cierto seguimiento global y sea visto como uno de los más importantes del año en cuanto a lo galardonado.
De hecho, y aunque los Brits premien su producto nacional y rara vez su impacto tenga efecto en las listas externas al país, la gala es muchísimo más actual y accesible que la de los Grammy, y le saca una ventaja inmensa como producto televisado. ¿Qué es lo que hace que los Brits se merienden, año tras año, la emisión de los premios más importantes de la música?
Una gala con más ritmo y una duración menor
La gala de los Grammy se hace francamente eterna: homenajes, speeches, vídeos recordatorios, dúos, tríos, conexiones con el exterior: este año dedicaron 20 minutos a homenajear a Broadway. Los Brits controlan mejor el tiempo, y en casi 2 horas menos, el resultado es idéntico: se permitieron homenajear a las víctimas de Manchester, hubo momentos para iconos británicos, actuaciones, premios, humor, y todo con un ritmo envidiable, todo encadenado dentro de una maquinaria perfecta y sin tropiezos.
Una escenografia adecuada a cada presentación
Los Grammy van necesitados de más espectacularidad: está claro que quieren apostar por la sobriedad para dar sensación de peso a sus galardonados, pero francamente, hay que permitir más espacio a la frivolidad. No puede ser que una gala se convierta en una consecución de visuales dorados y micrófonos de pie con una banda detrás: los Brits conviertieron en piscina de neón el espectáculo de Dua Lipa, en sobriedad chic el de Sam Smith, en extremadamente pop el de Rita Ora, y en entorno rock el de Foo Fighters o Rag’N’Bone Man, pero con decorados espectaculares que no permitían que el público retirara la vista de la actuación.
El final, con Stormzy rapeando bajo una cascada de agua con un coro tras de sí, o la actuación de Kendrick Lamar mientras se destrozaba un coche bajo sus pies, dentro de un caja de cristal enorme, no daban lugar ni al pestañeo. Cada actuación es un evento, no un mero minutaje para la emisión.
Más humor, menos corrección política
James Corden se hizo cargo de los Grammy, pero su humor terminó siendo multitarget, simpático y de una moderación excesiva incluso para la América post-nipplegate. En los Brits, Jack Whitehall se permitió hacer bromas con una estrella del pop retenida en un baño por un supuesto ataque terrorista, con la relación de pareja de Cheryl & Liam Payne, con los compañeros de este, e incluso con la propia programación de ITV, cadena que emitía la gala: «Little Mix salen de ‘The X Factor’, y han vendido 4 millones de discos; aproximadamente 4 millones más que el ganador de más éxito de ‘The Voice'». Hubo guiños a momentos pop del año, shade sin concesiones a los presentes, y un humor mucho más divertido que el de la gala americana.
Ediciones que permiten el cambio generacional
Entre los ganadores de este año, Dua Lipa, Harry Styles, Stormzy, Lorde… un sin parar de nombres con los que la generación joven, la que más mueve la industria porque más música consume, se siente identificada. Mucho ganador de menos de 30 años, pero espacio también para que los artistas de toda la vida con peso en la industria de UK (Liam Gallagher, Damon Albarn, Tom Jones, Kylie, Foo Fighters…) se dejen caer por allí. En los Grammy, Sting apareció en 3 ocasiones diferentes, copando una media hora de gala. U2 en otras 3, con otro tanto de tiempo.
No hay necesidad, los grandes nombres son ya grandes nombres, y la gala tiene que conseguir enganchar a las nuevas generaciones: tiene que existir el pique y la curiosidad. En UK no existen Drakes, Ed Sheerans o Justin Biebers que se nieguen a aparecer en los premios, porque los Brits sí son abiertos a las nuevas generaciones. Y ojo, sin perder de vista un mínimo de criterio. El Rolling Stone Ronnie Wood decía al entregar un premio: «El talento joven de esta gala es impresionante. Enhorabuena». Y no le faltaba razón.
Diversidad a la vista, sin guiones
Una cara de la música urbana se llevó el premio a Álbum Del Año. Dos cantantes de origen kosovar actuaron y ganaron premios. Hubo espacio para la mujer, para el feminismo, el time’s up, el comentario político, el social y el solidario. Se escuchó grime, hip-hop, pop, rock, guitarra acústica, dance, soul.
Y todo sin necesidad de guiones, sin «el año de la música negra» o «el de la mujer». Sin que supusiéramos que Stormzy se llevaría el premio a Álbum del Año por ser negro, sino porque lo merecía. Los Grammy sólo son diversos cuando alguien los acusa de racismo. Veréis cuántas mujeres se cuelan en las categorías principales el año que viene por las acusaciones de machismo a su presidente este 2018.
Los Brits están libres de ese tipo de prejuicios y tufillo a rancio.
Presencia global en redes al alcance del público
Y después su emisión, una auténtica maravilla. En los últimos años, la gala ha podido disfrutarse a nivel global en Youtube, rellenando los espacios de publicidad con un especial presentado por diversas celebrities del Reino Unido que van situando al público para conocer mejor a los nominados. Las actuaciones, por norma general, están a disposición del público, aunque este año, ahí sí vamos a sacarles una pega, una exclusiva con Apple Music haya dejado al resto sin poder ver las performances al gusto.
Los Grammy han sabido -¡al fin!- publicarlas en su web, pero necesitan más cercanía: al fin y al cabo, ellos sí que son un evento que tiene efecto global, y no se permiten salir de sus cuatro muros, cada vez más irrelevantes al público externo.
