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Amaia Romero, reina de los indies, reina del flamenco, reina d… ¿pero con qué proyecto?

Amaia Romero, reina de los indies, reina del flamenco, reina d… ¿pero con qué proyecto?

Amaia Romero actúa en el Primavera Sound. En una edición con artistas del estilo de Arctic Monkeys, Cigarettes After Sex, Javiera Mena, o Lorde. Un público potencialmente indie la ve interpretar versiones junto a The Free Fall Band en un concierto celebrado y mediatizado de inmediato: Amaia triunfa en un Festival, algo absolutamente imprevisto cuando el regreso de ‘OT’ se anunciaba en TVE.

Amaia Romero actúa en el Teatro Real. De nuevo presenta versiones versiones junto a la banda del Primavera Sound, y aunque su público en las gradas es más variopinto, el especto indie termina celebrando que la cantante revisite temas como ‘Felices Los Cuatro’ de Maluma, porque, y aseguro haber leído opiniones del estilo, «lo ha convertido en algo más cool». Sigamos.

Amaia Romero abre, en Pamplona, el festival ‘Flamenco on fire’. La triunfita ha mostrado más de una vez su amor por el estilo y se ha atrevido a cantarlo en varias ocasiones, pero esta vez, aparece como imagen del festival en la ciudad, y el público, allí presente, llena la plaza y aplaude sus interpretaciones.

Llegados a este punto, tenemos dos cosas claras: que el público indie, el público pop y aparentemente también el amante del folclore, recibe con los brazos abiertos a Amaia. Que es reina del flamenco, que es reina del underground, y que ha llegado a meterles a los indies a Maluma por el gaznate.

El problema, como indicamos en el titular, es ¿con qué proyecto está Amaia Romero llenando plazas, festivales y teatros? Con absolutamente ninguno, porque la cantante ni siquiera ha ofrecido pinceladas del que es, hasta ahora, el proyecto más silencioso de la última generación ‘OT’.

Y sí, todos confiamos en el buen hacer de la artista, no vamos a sorprendernos ahora con que tenga buen gusto para elegir, y oído para arreglar bien, sus composiciones, y sabemos que tiene carta de libertad artística por parte de Universal Music, con lo que no habría motivo para dudar de su primer álbum. 

Pero nadie sabe de qué palo va a ir Amaia. Nadie sabe si va a sonar a Zahara, a Rozalén, a Leiva o a Rosalía. Es la mera intuición de que «va a ser cool» lo que la lleva a ser cabeza de evento, y al aplauso de un sector de público musical que siempre ha mirado con recelo a los triunfitos y a cualquier figura pop medianamente popular.

Y sí, podríamos decir que«es que Amaia tiene más appeal indie y por eso gusta». Podríamos, pero tenemos hemeroteca y no vimos a Virginia Maestro, Vega, Beth, Mai Meneses (pre Nena Daconte) o Nika siendo aplaudidas por el sector. Y ya dejaban entrever sus gustos, y ya tocaban, y ya componían. No eran cool, incluso cuando ya lanzaban primeros discos. Segundos. Incluso habiendo virado después al indie, eran «triunfitas» y no eran lo suficientemente guays. 

El caso es que, hoy día, el público indie va a devorar el proyecto de Amaia, lance lo que lance. Es, las cosas como son, el postureo llevado a los máximos, con la única garantía de un perfil potable. La realidad es que Amaia se podría permitir lanzar ‘Chenoa’ y sería aplaudida por hacer «pop cool». Es evidente que no lo hará, pero también empieza a ser evidente que si lo hiciera, se saldría con la suya.

Como ocurre, nos guste o no reconocerlo, con Charli XCX, Dua Lipa o Robyn. Perfiles aceptados por el público indie, aunque se muevan en terrenos fácilmente radiables, y del mismo palo de muchos perfiles que desprecian. ¿Alguien nos explica, por ejemplo porque ser fan de Carly Rae Jepsen es guay y no lo es serlo de, no sé, Taylor Swift?

Dirán mucho: «porque la primera tiene temas más chulos, y porque no es una petarda». Bien, volvemos, entonces, a que es el proyecto lo que parece que gusta. Un conjunto. Y Amaia lo tiene: tiene el look, tiene la actitud, tiene la melomanía y tiene, desde luego, la voz. Lo que no tiene, es la mínima discografía. Le falta el material que la sitúe donde la colocan.

Pero ahí la tenemos, convenciendo a los, históricamente, rebeldes de criterio fino, de que puede ganarles sin saber qué va a presentar. Haciendo de su «karaoke con presupuesto» un auténtico arte. La crítica, hasta ahora, convertida en elogio.

Uno no puede sino quitarse el sombrero ante una genialidad de marketing prácticamente involuntaria.

Y permitirse el mirar por encima del hombro, con una sonrisa disimulada, a aquellos que hacían lo mismo hace años cuando ‘OT’ no era algo de lo que presumir entre amigos tomando un vermú.

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